Cuando quien tienes delante, en lugar de darte la respuesta que esperabas, dice otra cosa. Dice más, dice demasiado. Ese demasiado que es nada, que no sirve para nada. Y que hace el doble de daño. Y el único deseo es devolver el dolor. Hacer daño, esperando asi sentirte un poco mejor. Pero no. No puedo sentirme mejor. Peor aún. Ni siquiera puedo hacerte daño. En cambio tú estás haciendo lo que te viene en gana, sin importante lo que piense, sin importarte que hemos sido, sin importarte lo que sienta, sin importarte yo...
¿Sabes? Y te odio. Te odio porque no puedo decirte lo que ya sabes, porque desearía no haberte conocido y aún así deseo conocerte mejor, te odio por como me miras, por como me hablas, por como te preocupas por mi... Pero aún me odio yo a mí, ya que sería incapaz de odiarte.
Alejandra